II Crónicas 1
1 Salomón, hijo de David, se afianzó en su reino; Yahveh, su Dios,
estaba con él y le engrandeció sobremanera.
2 Salomón habló a todo Israel, a los jefes de millar y de cien, a
los
jueces y a todos los jefes de todo Israel, cabezas de casas paternas.
3 Después Salomón fue con toda la asamblea al alto de Gabaón,
porque allí se hallaba la Tienda del Encuentro de Dios, que Moisés, siervo
de Yahveh, había hecho en el desierto.
4 Cuanto al arca de Dios, David la había llevado de Quiryat Yearim al
lugar preparado para ella, pues le había alzado una tienda en Jerusalén.
5 El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur,
estaba también allí delante de la Morada de Yahveh. Fueron, pues, Salomón
y la asamblea para consultarle.
6 Subió Salomón allí, al altar de bronce que estaba ante Yahveh, junto
a la Tienda del Encuentro, y ofreció sobre él mil holocaustos.
7 Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que
quieras que te dé.»
8 Salomón respondió a Dios: «Tú tuviste gran amor a mi padre David,
y a mí me has hecho rey en su lugar.
9 Ahora, pues, oh Yahveh Dios, que se cumpla la promesa que hiciste
a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso
como el polvo de la tierra.
10 Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa
conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.»
11 Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y
no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni
tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría
e
inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey,
12 por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te
daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que
fueron
antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»
13 Salomón regresó a Jerusalén desde el alto de Gabaón, de delante de
la Tienda del Encuentro, y reinó sobre Israel.
14 Salomón reunió carros y caballos, tuvo 1.400 carros y 12.000
caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.
15 Hizo el rey que la plata y el oro fuese tan abundante en Jerusalén
como las piedras y los cedros, como los sicómoros de la Tierra Baja.
16 Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia; los
mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero.
17 Traían de Egipto un carro por seiscientos siclos de plata, y un
caballo por 150. Los traían también como intermediarios para todos los
reyes de los hititas y todos los reyes de Aram.
18 Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al Nombre de Yahveh y
una casa real para sí.
II Crónicas 2
1 Salomón señaló 70.000 hombres para transportar cargas, 80.000
canteros en el monte y 3.600 capataces para ellos.
2 Salomón envió a decir a Juram, rey de Tiro: «Haz conmigo como
hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se
construyera una casa en que habitar.
3 Te hago saber que voy a edificar una Casa al Nombre de Yahveh, mi
Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para
la
ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de
la
mañana y de la tarde, de los sábados, novilunios y solemnidades de Yahveh
nuestro Dios, como se hace siempre en Israel.
4 La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es
mayor que todos los dioses.
5 Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y
los cielos de los cielos no pueden contenerle? ¿Y quién soy yo para
edificarle una Casa, aunque esté destinada tan sólo para quemar incienso en
su presencia?
6 Envíame, pues, un hombre diestro en trabajar el oro, la plata, el
bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que
sepa grabar; estará con los expertos que tengo conmigo en Judá y en
Jerusalén, y que mi padre David ya había preparado.
7 Envíame también madera de cedro, de ciprés y algummim del
Líbano; pues bien sé que tus siervos saben talar los árboles del Líbano, y
mis siervos trabajarán con tus siervos,
8 para prepararme madera en abundancia; pues la Casa que voy a
edificar ha de ser grande y maravillosa.
9 Daré para el sustento de tus siervos, los taladores de los
árboles,
20.000 cargas de trigo, 20.000 cargas de cebada, 20.000 medidas de vino y
20.000 medidas de aceite.»
10 Juram, rey de Tiro, respondió en una carta que envió al rey
Salomón: «Por el amor que tiene Yahveh a su pueblo te ha hecho rey sobre
ellos.»
11 Y añadía Juram: «Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, hacedor
del cielo y de la tierra, que ha dado al rey David un hijo sabio, prudente e
inteligente, que edificará una Casa a Yahveh y una casa real para sí.
12 Te envío, pues, ahora a Juram Abí, hombre hábil, dotado de
inteligencia;
13 es hijo de una danita, y su padre es de Tiro. Sabe trabajar el oro, la
plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera, la púrpura
escarlata, la
púrpura violeta, el lino fino y el carmesí. Sabe también hacer toda clase de
grabados y ejecutar cualquier obra que se le proponga, a una con tus
artífices y los artífices de mi señor David, tu padre.
14 Que mande, pues, a sus siervos el trigo, la cebada, el aceite y
el
vino de que ha hablado mi señor,
15 y por nuestra parte cortaremos del Líbano toda la madera que
necesites y te la llevaremos en balsas, por mar, hasta Joppe, y
luego tú
mandarás que la suban a Jerusalén.»
16 Salomón hizo el censo de todos los forasteros residentes en Israel,
tomando por modelo el censo que había hecho su padre David; y se halló
que eran 153.600.
17 De ellos destinó 70.000 para el transporte de cargas, 80.000 para
las canteras en las montañas y 3.600 como capataces para hacer trabajar al
pueblo.
II Crónicas 3
1 Empezó, pues, Salomón a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén,
en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David, en el
lugar donde David había hecho los preparativos, en la era de Ornán
el
jebuseo.
2 Dio comienzo a las obras el segundo mes del año cuarto de su
reinado.
3 Este es el plano sobre el que Salomón edificó la Casa de Dios:
sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua, y veinte codos de
anchura.
4 El Ulam que estaba delante del Hekal de la Casa tenía una longitud
de veinte codos, correspondiente al ancho de la Casa, y una altura de 120.
Salomón lo recubrió por dentro de oro puro.
5 Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro
fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas.
6 Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro
era oro de Parvayim.
7 Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus
puertas, y esculpió querubines sobre las paredes.
8 Construyó también la sala del Santo de los Santos, cuya longitud,
correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos, y su
anchura
igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, que pesaba seiscientos
talentos.
9 Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro
las salas altas.
10 En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos
querubines, de obra esculpida, que revistió de oro.
11 Las alas de los querubines tenían veinte codos de largo. Un ala era
de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco
codos y tocaba el ala del otro querubín.
12 El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de
la sala; la otra ala tenía también cinco codos y pegaba con el ala del primer
querubín.
13 Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos.
Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la sala.
14 Hizo también el velo de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí
y lino fino, y en él hizo poner querubines.
15 Delante de la sala hizo dos columnas de 35 codos de alto. El capitel
que las coronaba tenía cinco codos.
16 En el Debir hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las
columnas; hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas.
17 Erigió las columnas delante del Hekal, una a la derecha y otra a la
izquierda, y llamó a la de la derecha Yakín y a la de la izquierda Boaz.
II Crónicas 4
1 Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo,
veinte codos de ancho y diez codos de alto.
2 Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era
enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos
medía su contorno.
3 Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de
bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola
masa.
4 Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al
oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos,
quedando sus partes traseras hacia el interior.
5 Su espesor era de un palmo, y su borde como el borde del cáliz de la
flor de lirio. Cabían en él 3.000 medidas.
6 Hizo diez pilas para las abluciones y colocó cinco de ellas a la
derecha y cinco a la izquierda para lavar en ellas lo que se
ofrecía en
holocausto. El Mar era para las abluciones de los sacerdotes.
7 Hizo diez candelabros de oro según la forma prescrita, y los colocó
en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.
8 Hizo diez mesas, que puso en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a
la izquierda. Hizo también cien acetres de oro.
9 Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande con
sus puertas, revistiendo las puertas de bronce.
10 Colocó el Mar al lado derecho, hacia el sureste.
11 Juram hizo también los ceniceros, las paletas y los acetres. Así
concluyó Juram la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa
de Dios:
12 Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las
columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles
que estaban sobre las columnas;
13 las cuatrocientas granadas para cada trenzado;
14 las diez basas, y las diez pilas sobre las basas;
15 el Mar con los doce bueyes debajo de él;
16 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos utensilios
los
hizo Juram Abí para el rey Salomón, para la Casa de Yahveh, de
bronce
bruñido.
17 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo
suelo,
entre Sukkot y Seredá.
18 Salomón fabricó todos estos utensilios en tan enorme cantidad que
no se pudo calcular el peso del bronce.
19 Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el
altar de oro, las mesas para el pan de la Presencia,
20 los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que ardieran,
según el rito, delante del Debir;
21 las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro, de oro
purísimo;
22 y los cuchillos, los acetres, los vasos y los braseros, de oro puro.
Eran también de oro las puertas interiores de la Casa a la entrada del Santo
de los Santos, y las puertas de la Casa para el Hekal.
II Crónicas 5
1 Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de
Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la
plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios.
2 Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de
Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas
paternas
de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde
la Ciudad de David, que es Sión.
3 Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del
mes séptimo.
4 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el
arca;
5 y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios
del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas.
6 El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había
reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y
bueyes en
incalculable e innumerable abundancia.
7 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al
Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines.
8 Pues los querubines extendían las alas por encima
del
emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima.
9 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo,
desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están
hasta el día de hoy.
10 En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner
Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a
su salida de Egipto.
11 Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los
sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar
orden de clases,
12 y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos
y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del
altar,
tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban
las trompetas;
13 se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las
trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz
con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música,
alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»;
la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.
14 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la
nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.
II Crónicas 6
1 Entonces dijo Salomón: «Yahveh quiere habitar en densa nube.
2 He querido erigirte una morada, un lugar donde habites para
siempre».
3 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda
la asamblea de Israel estaba en pie.
4 Dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a
mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo:
5 “Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he
elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para
edificar una
Casa en la que esté mi Nombre; ni elegí varón que fuese caudillo
de mi
pueblo Israel;
6 pero elijo a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elijo a David
para que sea jefe de mi pueblo Israel.”
7 «Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre
de Yahveh, Dios de Israel.
8 Pero Yahveh dijo a mi padre David: “Cuanto a haber pensado en tu
corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal
voluntad.
9 Pero no edificarás tú la Casa, sino que será un hijo tuyo, salido de
tus entrañas, quien edifique la Casa a mi Nombre.”
10 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre
David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he
construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel;
11 y he puesto allí el arca, en la cual está la alianza de Yahveh, que él
pactó con los israelitas.»
12 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la
asamblea de Israel y extendió las manos.
13 Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo,
cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que había colocado en medio del
atrio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y
extendiendo sus manos hacia el cielo,
14 dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en el cielo ni
en la tierra; tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu
presencia con todo su corazón;
15 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste,
pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.
16 Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David, mi
padre, la promesa que le hiciste, diciendo: “ Nunca será quitado de
mi
presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que
tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como tú has andado
delante de mí.”
17 Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste
a tu siervo David.
18 Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre
la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden
contenerte,
¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!
19 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh, Dios
mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia.
20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este
lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre para escuchar la oración
que dirige tu siervo hacia este lugar!
21 «Oye, pues, las plegarias de tu siervo Israel, tu pueblo, cuando oren
hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos;
escucha y perdona.
22 «Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una
imprecación sobre él, haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,
23 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos. Da su
merecido al inicuo, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y
declarando inocente al justo, para darle según su justicia.
24 «Si Israel, tu pueblo, es batido por el enemigo por haber pecado
contra ti, y ellos se vuelven y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti
en esta Casa,
25 escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel,
y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres.
26 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron
contra ti, si oran en este lugar y alaban tu nombre, y se
convierten de su
pecado porque les humillaste,
27 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de
tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar,
y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.
28 «Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón,
añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus
puertas, en todo azote y toda enfermedad,
29 si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y
súplicas, y, reconociendo su pena y su dolor, tiende sus manos hacia esta
Casa,
30 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a
cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón - y sólo tú
conoces el corazón de todos los hijos de los hombres -
31 para que teman y sigan tus caminos todos los días que vivan sobre
la haz de la tierra que has dado a nuestros padres.
32 «También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, el que viene
de un país lejano a causa de tu gran Nombre, tu mano fuerte y tu
tenso
brazo, cuando venga a orar en esta Casa,
33 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te
pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan
tu
Nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es
invocado sobre esta Casa que yo he construido.
34 «Si tu pueblo va a la guerra contra sus enemigos por el camino por
el que tú le envíes, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido,
y hacia la Casa que yo he construido a tu Nombre,
35 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles
justicia.
36 Cuando pequen contra ti - pues no hay hombre que no peque - y tú,
irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores
los
lleven cautivos a un país lejano o cercano,
37 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido
llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su
cautividad,
diciendo: “Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables”;
38 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país
de la cautividad al que fueren deportados, y te suplican vueltos
hacia la
tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia
la Casa que yo he edificado a tu Nombre,
39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su
plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados cometidos contra
ti.
40 «Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a
la
oración que se haga en este lugar.
41 Y ahora ¡levántate, Yahveh Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu
fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yahveh Dios, se revistan de salvación. y
tus
fieles gocen de la felicidad!
42 Yahveh, Dios mío, no rehaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de
las misericordias otorgadas a David tu siervo.»
II Crónicas 7
1 Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que devoró el
holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh llenó la Casa.
2 Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yahveh, porque la
gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.
3 Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la
gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron rostro en tierra
sobre el
pavimento y adoraron y alabaron a Yahveh «porque es bueno, porque es
eterno su amor».
4 Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahveh.
5 El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000
ovejas. Así inauguraron la Casa de Dios el rey y todo el pueblo.
6 Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los
levitas
glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para
acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando
los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos
tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía en pie.
7 Salomón consagró el interior del patio, que está delante de la Casa
de Yahveh, pues ofreció allí los holocaustos y las grasas de los sacrificios
de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía
contener el holocausto, la oblación y las grasas.
8 Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo
Israel, en magna asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el
Torrente de Egipto.
9 El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la
dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días.
10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus
tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho
a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
11 Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo
todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia
casa.
12 Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He
oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.
13 Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar
la tierra, o envío la peste entre mi pueblo;
14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla,
orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo
les
oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
15 Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se
haga en este lugar;
16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella
permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón
todos los días.
17 Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre
David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis
sentencias,
18 afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David
diciendo: “No te faltará un hombre que domine en Israel.”
19 Pero si os apartáis, abandonando los decretos y los mandamientos
que os he dado, y vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos,
20 os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia
esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y la haré objeto de proverbio
y de escarnio entre todos los pueblos.
21 Y esta Casa que es tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los
que pasen cerca de ella, de modo que dirán: “¿Por qué ha hecho así Yahveh
a esta tierra y a esta Casa?”
22 Y se responderá: “Porque abandonaron a Yahveh, el Dios de sus
padres que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se
han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha hecho venir sobre ellos
todo este mal.”»
II Crónicas 8
1 Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa
de Yahveh y su propia casa,
2 reconstruyó las ciudades que Juram le había dado, y estableció allí
los israelitas.
3 Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella;
4 reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de
avituallamiento que construyó en Jamat;
5 reconstruyó Bet Jorón de arriba y Bet Jorón de abajo, ciudades
fortificadas, con murallas, puertas y barras,
6 y Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que pertenecían
a Salomón, todas las ciudades de carros y las ciudades para los caballos, y
todo cuanto quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de
su dominio.
7 Con toda la gente que había quedado de los hititas, los amorreos, los
perizitas, los jivitas y los jebuseos, que no eran israelitas,
8 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a
los que los israelitas no habían exterminado, hizo Salomón una leva
que
dura hasta el día de hoy.
9 Pero no empleó Salomón a ninguno de los israelitas como esclavo
para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y
escuderos,
comandantes de sus carros y de sus caballos.
10 Los jefes de las guarniciones que tenía el rey Salomón eran 250,
que gobernaban al pueblo.
11 Salomón hizo subir a la hija de Faraón desde la Ciudad de David a
la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No debe habitar mujer
mía en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el
arca de Yahveh son sagrados.»
12 Entonces empezó a ofrecer Salomón holocaustos a Yahveh sobre el
altar de Yahveh, que había erigido delante del Ulam;
13 ofreció holocaustos según el rito de cada día, conforme a los
prescrito por Moisés, en los sábados, los novilunios y en las solemnidades,
tres veces al año: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y
en la fiesta de las Tiendas.
14 Estableció también las secciones de los sacerdotes en sus servicios
conforme al reglamento de su padre David, a los levitas en sus
cargos de
alabar y servir junto a los sacerdotes, según el rito de cada día;
y a los
porteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta; porque ésta
era la
orden de David, hombre de Dios.
15 No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a
los
sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros.
16 Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que
se
echaron los cimientos de la Casa de Yahveh hasta su terminación. Así fue
acabada la Casa de Yahveh.
17 Entonces Salomón fue a Esyón Guéber y a Elat, a orillas del mar,
en el país de Edom,
18 y Juram le envió, por medio de sus siervos, navíos y marinos
conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir,
de
donde tomaron 450 talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.
II Crónicas 9
1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén
para probar a Salomón por medio de enigmas, con gran séquito y con
camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas.
Llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón.
2 Salomón resolvió todas sus preguntas; y no hubo ninguna
proposición oscura que Salomón no pudiese resolver.
3 Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón y la casa que
había edificado,
4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte
de sus ministros y sus vestidos, sus coperos con sus trajes y los holocaustos
que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,
5 y dijo al rey: «Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras
y de tu sabiduría.
6 No daba yo crédito a lo que se decía, hasta que he venido y lo he
visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la
mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.
7 ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores, que están
siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría!
8 ¡Bendito sea Yahveh, tu Dios, que se ha complacido en
ti,
poniéndote sobre su trono como rey de Yahveh, tu Dios, por el amor que tu
Dios tiene hacia Israel para conservarle por siempre, y te ha puesto por rey
sobre ellos para administrar derecho y justicia!»
9 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras
preciosas. Nunca hubo aromas como los que la reina de Sabá dio al
rey
Salomón.
10 Los siervos de Juram y los siervos de Salomón, que habían traído
oro de Ofir, trajeron también madera de algummim y piedras preciosas.
11 Con la madera de algummim hizo el rey entarimados para la Casa
de Yahveh y la casa del rey, cítaras y salterios para los
cantores. No se
había visto nunca en la tierra de Judá madera semejante.
12 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso
pedirle, aparte lo que ella había traído al rey. Después se volvió y regresó a
su país con sus servidores.
13 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos
de oro,
14 sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes.
Todos los reyes de Arabia y los inspectores del país traían oro y
plata a
Salomón.
15 Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido,
aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,
16 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos
siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa
«Bosque del
Líbano».
17 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.
18 El trono tenía seis gradas y un cordero de oro al respaldo, y brazos
a uno y otro lado del asiento, y dos leones, de pie, junto a los brazos.
19 Más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No
se hizo cosa semejante en ningún reino.
20 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la
vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. La plata
no se
estimaba en nada en tiempo del rey Salomón.
21 Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los siervos de
Juram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil,
monos y pavos reales.
22 Así el rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en
riqueza y sabiduría.
23 Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para
oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
24 Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de
oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.
25 Tenía Salomón 4.000 caballerizas para sus caballos y carros, y
12.000 caballos, que puso en cuarteles en las ciudades de los carros
y en
Jerusalén junto al rey.
26 Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los
filisteos y hasta la frontera de Egipto.
27 Hizo el rey que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las
piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.
28 Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los
países.
29 El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros,
¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el
silonita, y en las visiones de Yedó el vidente, sobre Jeroboam, hijo
de
Nebat?
30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.
31 Se acostó Salomón con sus padres, y le sepultaron en la ciudad de
su padre David. En su lugar reinó su hijo Roboam.
II Crónicas 10
1 Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para
proclamarle rey.
2 Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en
Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto,
3 pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo
Israel, y hablaron a Roboam diciendo:
4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura
servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y
te
serviremos.»
5 El les dijo: «Volved a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su
padre Salomón, en vida de éste, diciendo: « ¿Qué me aconsejáis que
responda a este pueblo?»
7 Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y les sirves y
les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.»
8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió
consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha
hablado diciendo: “Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?”»
10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo:
«Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: “Tu padre hizo
pesado
nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo”, esto debes responder:
“Mi
dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.
11 Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado
vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré
con
escorpiones.”»
12 Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde
Roboam, según lo que había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día»;
13 y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los
ancianos,
14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre
hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó
con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.»
15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de
Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a
Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.
16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al
rey
diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia
en el hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» Y
todo Israel se fue a sus tiendas.
17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de
Judá.
18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas
le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir
a su carro para huir a Jerusalén.
19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de
hoy.
II Crónicas 11
1 En llegando a Jerusalén, reunió Roboam a la casa de Judá y
Benjamín, 180.000 hombres, guerreros escogidos, para combatir contra
Israel y devolver el reino a Roboam.
2 Pero fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaías, hombre de Dios,
diciendo:
3 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que
está en Judá y Benjamín, diciendo:
4 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos; que
cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la
palabra de Yahveh y desistieron de marchar contra Jeroboam.
5 Roboam habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.
6 Fortificó Belén, Etam, Técoa,
7 Bet Sur, Sokó, Adullam,
8 Gat, Maresá, Zif,
9 Adoráyim, Lakís, Azecá,
10 Sorá, Ayyalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.
11 Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y
provisiones de víveres, de aceite y vino.
12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo
sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín.
13 Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos
sus territorios;
14 pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se
fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les habían
prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahveh,
15 y Jeroboam instituyó sus propios sacerdotes para los altos, los
sátiros y los becerros que había hecho.
16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahveh, el
Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían
puesto su corazón en buscar a Yahveh, el Dios de Israel;
17 y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboam, hijo de
Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y
de
Salomón.
18 Roboam tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David
y de Abiháyil, hija de Eliab, hijo de Jesé.
19 Esta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zaham.
20 Después de ésta tomó a Maaká, hija de Absalón, la cual le dio a
Abías, Attay, Zizá y Selomit.
21 Roboam amaba a Maaká, hija de Absalón, más que a todas sus
mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y
engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.
22 Roboam puso a la cabeza a Abías, hijo de Maaká, como príncipe de
sus hermanos, porque quería hacerle rey.
23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de
Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos
en
abundancia y les buscó mujeres.
II Crónicas 12
1 Cuando Roboam hubo consolidado y afianzado el reino, abandonó
la Ley de Yahveh y con él todo Israel.
2 Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de
Egipto, contra Jerusalén, - pues no era fiel a Yahveh -
3 con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que
venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes.
4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se
habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice
Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os
abandono en manos de Sosaq.»
6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo
es Yahveh!»
7 Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra
de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los
destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará
mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.
8 Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la
servidumbre de los reinos de las naciones.»
9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de
los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo
se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho
Salomón,
10 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los
jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la
guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.
12 Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le
destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá.
13 Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam
tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén,
la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para
poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.
14 Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para
buscar a Yahveh.
15 Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están
escritos en la historia del profeta Semaías y del vidente Iddó? Hubo guerra
continua entre Roboam y Jeroboam.
16 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Abías.
II Crónicas 13
1 Abías comenzó a reinar sobre Judá el año dieciocho del rey
Jeroboam.
2 Reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mikaía,
hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam.
3 Abías entró en combate con un ejército de valientes guerreros:
400.000 hombres escogidos; Jeroboam se ordenó en batalla contra él
con
800.000 guerreros escogidos y valerosos.
4 Abías se levantó en el monte Semaráyim, que está en la montaña de
Efraím, y dijo: «¡Oídme, Jeroboam y todo Israel!
5 ¿Acaso no sabéis que Yahveh, el Dios de Israel, dio el reino de
Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, con pacto de sal?
6 Pero Jeroboam, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se
alzó en rebeldía contra su señor.
7 Se juntaron con él unos hombres fatuos y malvados y prevalecieron
sobre Roboam, hijo de Salomón, pues Roboam era joven y débil de corazón
y no podía resistirles.
8 ¿Y ahora tratáis vosotros de poner resistencia al reino de Yahveh,
que está en manos de los hijos de David, porque vosotros sois una
gran
muchedumbre? Pero tenéis los becerros de oro que Jeroboam os puso por
dioses.
9 ¿No habéis expulsado a los sacerdotes de Yahveh, los hijos de
Aarón y los levitas? ¿No os habéis hecho sacerdotes a la manera de
los
pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete
carneros y pide ser consagrado, es hecho sacerdote de los que no son dioses.
10 Cuanto a nosotros, Yahveh es nuestro Dios y no le hemos
abandonado; los sacerdotes que sirven a Yahveh son los hijos de
Aarón,
igual que los levitas en su ministerio.
11 Cada mañana y cada tarde quemamos holocaustos a Yahveh, y
tenemos el incienso aromático; las filas de pan están sobre la mesa pura, y
el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde, pues
nosotros guardamos el ritual de Yahveh nuestro Dios, en tanto que vosotros
le habéis abandonado.
12 He aquí que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus
sacerdotes y las trompetas del clamor, para lanzar el grito de guerra contra
vosotros. Israelitas, no hagáis la guerra contra Yahveh, el Dios de vuestros
padres, porque nada conseguiréis.»
13 Entre tanto, Jeroboam hizo dar un rodeo para poner una emboscada
y atacarles por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada
a espaldas de éstos.
14 Al volver Judá la cabeza, vio que se presentaba combate de frente y
por detrás.
15 Entonces clamaron a Yahveh y, mientras los sacerdotes tocaban las
trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al
alzar el
grito de guerra los hombres de Judá, desbarató Dios a Jeroboam y a todo
Israel delante de Abías y de Judá.
16 Huyeron los israelitas delante de Judá, y Dios los entregó en sus
manos.
17 Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron 500.000
hombres escogidos de Israel.
18 Quedaron entonces humillados los israelitas y prevalecieron los
hijos de Judá por haberse apoyado en Yahveh, el Dios de sus padres.
19 Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus
aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.
20 Jeroboam ya no tuvo fuerza en los días de Abías, pues Yahveh le
hirió y murió.
21 Pero Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y engendró
veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 El resto de los hechos de Abías, sus hechos y sus acciones, están
escritos en el midrás del profeta Iddó.
23 Se acostó Abías con sus padres y le sepultaron en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Asá. En su tiempo el país estuvo en paz
durante diez años.
II Crónicas 14
1 Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos de Yahveh su Dios.
2 Suprimió los altares del culto extranjero y los altos; rompió las
estelas, abatió los cipos,
3 y mandó a Judá que buscase a Yahveh, el Dios de sus padres, y
cumpliese la ley y los mandamientos.
4 Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los altos y los altares
de incienso; y el reino estuvo en paz bajo su reinado.
5 Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no
hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yahveh le había dado
tranquilidad.
6 Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de
murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a
nuestra
disposición; pues hemos buscado a Yahveh, nuestro Dios, y por haberle
buscado, él nos ha dado paz por todas partes.» Edificaron,
pues y
prosperaron.
7 Asá tenía un ejército de 300.000 hombres de Judá, que llevaban
pavés y lanza, y 280.000 de Benjamín, que llevaban escudo y eran arqueros;
todos ellos esforzados guerreros.
8 Salió contra ellos Zéraj el etíope, con un ejército de un millón
de
hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá.
9 Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle de
Sefatá, junto a Maresá.
10 Asá invocó a Yahveh su Dios, y dijo: «¡Oh Yahveh, sólo tú puedes
ayudar entre el poderoso y el desvalido! ¡Ayúdanos, pues, Yahveh, Dios
nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre marchamos contra esta
inmensa muchedumbre! ¡Yahveh, tú eres nuestro Dios! ¡No prevalezca
contra ti hombre alguno!»
11 Yahveh derrotó a los etíopes ante Asá y Judá; y los etíopes se
pusieron en fuga.
12 Asá y la gente que con él estaba los persiguieron hasta Guerar; y
cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados
delante de Yahveh y su campamento; y se recogió un botín inmenso.
13 Batieron todas las ciudades de los alrededores de Guerar, porque el
terror de Yahveh cayó sobre ellas; y saquearon todas las ciudades,
pues
había en ellas gran botín.
14 Asimismo atacaron las majadas y capturaron gran cantidad de
ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.
II Crónicas 15
1 Vino entonces el espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Oded,
2 el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Oídme vosotros, Asá y
todo Judá y Benjamín! Yahveh estará con vosotros mientras vosotros estéis
con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros; pero si le abandonáis, os
abandonará.
3 Durante mucho tiempo Israel estará sin verdadero Dios, sin
sacerdote que enseñe y sin ley.
4 Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahveh, el Dios de Israel, y
le busque, él se dejará hallar de ellos.
5 En aquellos tiempos no habrá paz para los hombres, sino grandes
terrores sobre todos los habitantes de los países.
6 Chocarán pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios
los conturbará con toda suerte de aflicciones.
7 ¡Vosotros, pues, esforzaos, y que no se debiliten vuestras manos!
Porque vuestras obras tendrán recompensa.”
8 Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo
desaparecer los monstruos abominables de todo el país de Judá y Benjamín
y de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím, y
restauró el altar de Yahveh, que estaba ante el vestíbulo de Yahveh.
9 Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y
Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los
israelitas, viendo que Yahveh su Dios estaba con él.
10 Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del
reinado de Asá.
11 Aquel día ofrecieron a Yahveh sacrificios del botín que habían
traído: setecientos bueyes y 7.000 ovejas.
12 Y se obligaron con un pacto a buscar a Yahveh, el Dios de sus
padres, con todo su corazón y con toda su alma;
13 y que todo aquel que no buscase a Yahveh, el Dios de Israel,
moriría, desde el pequeño hasta el grande, hombre o mujer.
14 Juraron, pues, a Yahveh en alta voz, con gritos de júbilo y al son de
las trompetas y cuernos.
15 Y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo
corazón había prestado el juramento, y con plena voluntad había buscado a
Yahveh. Por eso él se dejó hallar de ellos; y le dio paz por todas partes.
16 El rey Asá llegó a quitar a Maaká, su madre, el título de Gran
Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror, lo
hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón.
17 Pero no desaparecieron los altos de en medio de Israel, aun cuando
el corazón de Asá fue perfecto todos sus días.
18 Llevó a la Casa de Dios las ofrendas consagradas por su padre y
sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios.
19 No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asá.
II Crónicas 16
1 El año 36 del reinado de Asá subió Basá, rey de Israel, contra Judá,
y fortificó a Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá.
2 Sacó entonces Asá plata y oro de los tesoros de la Casa de Yahveh y
de la casa del rey, y envió mensajeros a Ben Hadad, rey de Aram,
que
habitaba en Damasco, diciendo:
3 «Haya alianza entre nosotros, como entre mi padre y tu padre; te
envío plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que
se aleje de mí.»
4 Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército
contra las ciudades de Israel; conquistó Iyyón, Dan, Abel Máyim y
todos
los depósitos de las ciudades situadas en Neftalí.
5 Cuando Basá lo supo, suspendió las fortificaciones de Ramá e hizo
parar su obra.
6 Entonces el rey Asá tomó a todo Judá y se llevaron de Ramá las
piedras y maderas que Basá había empleado para la construcción; y con ella
fortificó Gueba y Mispá.
7 En aquel tiempo el vidente Jananí fue donde Asá, rey de Judá, y le
dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Aram, y no haberte apoyado
en
Yahveh tu Dios, por eso se ha escapado de tu mano el ejército del rey de
Aram.
8 ¿No eran un ejército numeroso los etíopes y los libios, con carros y
una muchedumbre de hombres de carro? Y, sin embargo, por haber puesto
tu confianza en Yahveh, él los entregó en tu mano.
9 Porque los ojos de Yahveh recorren toda la tierra, para fortalecer a
los que tienen corazón entero para con él. Has procedido neciamente
en
esto, y por eso de aquí en adelante tendrás guerras.»
10 Irritóse entonces Asá contra el vidente y lo metió en la cárcel, pues
estaba enojado con él por este asunto. En esa época también maltrató Asá a
varios del pueblo.
11 Estos son los hechos de Asá, los primeros y los postreros; están
escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
12 El año 39 de su reinado enfermó Asá de los pies, pero tampoco en
su enfermedad buscó a Yahveh, sino a los médicos.
13 Se acostó Asá con sus padres. Murió el año 41 de su reinado,
14 y le sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de
David. Lo pusieron sobre un lecho lleno de bálsamo, de aromas y de
ungüentos preparados según el arte de los perfumistas; y le encendieron un
fuego enorme.
II Crónicas 17
1 En su lugar reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Israel.
2 Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y
estableció gobernadores en el país de Judá y en las ciudades de Efraím, que
Asá su padre había conquistado.
3 Estuvo Yahveh con Josafat, porque anduvo por los caminos que
había seguido anteriormente su padre David y no buscó a los Baales,
4 sino que buscó al Dios de sus padres andando en sus mandamientos,
sin imitar los hechos de Israel.
5 Yahveh consolidó el reino en su mano; y todo Judá traía presentes a
Josafat, que adquirió grandes riquezas y honores.
6 Su corazón cobró ánimo en los caminos de Yahveh, hasta hacer
desaparecer de Judá los altos y los cipos.
7 El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáyil, Abdías,
Zacarías, Natanael y Miqueas para que enseñasen en las ciudades de Judá,
8 y con ellos a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asahel,
Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías, y con estos levitas a los
sacerdotes
Elisamá y Yehoram,
9 los cuales enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de
Yahveh. Recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo.
10 El terror de Yahveh se apoderó de todos los reinos de los países
que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron guerra contra Josafat.
11 Los filisteos trajeron a Josafat presentes y plata como tributo.
También los árabes le trajeron ganado menor: 7.700 carneros y 7.700
machos cabríos.
12 Así Josafat iba engrandeciéndose cada vez más, hasta lo sumo, y
edificó en Judá castillos y ciudades de aprovisionamiento.
13 Llevó a cabo muchas obras en las ciudades de Judá, y tuvo una
guarnición de guerreros escogidos en Jerusalén.
14 Esta es la lista, por sus casas paternas: De Judá, jefes de
millar:
Adná, el jefe, y con él 300.000 hombres esforzados.
15 A su lado el jefe Yehojanán, y con él 280.000.
16 A su lado Amasías, hijo de Zikrí, que se había consagrado
espontáneamente a Yahveh, y bajo su mando 200.000 hombres esforzados.
17 De Benjamín: Elyadá, hombre valeroso, y con él, 200.000 armados
de arco y escudo.
18 A su lado Yehozabad, y con él, 180.000 equipados para la guerra.
19 Estos eran los que servían al rey, sin contar los que el rey
había
puesto en las ciudades fortificadas por todo Judá.
II Crónicas 18
1 Josafat tuvo grandes riquezas y honores; emparentó con Ajab,
2 y al cabo de algunos años bajó a visitarle a Samaría. Ajab sacrificó
gran número de ovejas y de bueyes para él y la gente que le acompañaba; y
le incitó a que subiese con él contra Ramot de Galaad.
3 Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres venir
conmigo a Ramot de Galaad?» Le contestó: «Yo soy como tú, y tu pueblo
como mi pueblo; contigo estaremos en la batalla.»
4 Pero Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la
palabra de Yahveh.»
5 El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les
dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron:
«Sube, porque Dios la entregará en manos del rey.
6 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún otro profeta de Yahveh a
quien podamos consultar?»
7 Respondió el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por
quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, pues nunca me
profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» A lo
que
respondió Josafat: «No hable el rey así.»
8 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a
Miqueas, hijo de Yimlá.»
9 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada cual en
su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la
puerta de
Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.
10 Sedecías, hijo de Kenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro,
y decía: «Así dice Yahveh: Con estos acornearás a Aram hasta acabar con
ellos.
11 Y todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo:
«¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahveh la entregará en
manos del rey.»
12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo:
«Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey, procura
hablar
como uno de ellos y anuncia el bien.»
13 Respondió Miqueas “«¡Vive Yahveh, que lo que mi Dios me diga,
eso anunciaré!»
14 Llegó donde el rey; y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a
Ramot de Galaad para atacarla, o debo desistir?» Le respondió: «Subid,
tendréis éxito. Serán entregados en vuestras manos.»
15 Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me
digas más que la verdad en nombre de Yahveh?»
16 Entonces él dijo: «He visto todo Israel disperso por los montes,
como ovejas sin pastor; Yahveh ha dicho: No tienen señor; que vuelvan en
paz cada cual a su casa.»
17 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia
el bien sino el mal?»
18 Miqueas entonces dijo: «Escuchad, pues, la palabra de Yahveh: He
visto a Yahveh sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a
su derecha y a su izquierda.
19 Preguntó Yahveh: “¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que
suba y caiga en Ramot de Galaad?” Y el uno decía una cosa y el otro otra.
20 Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: “Yo
le engañaré” Le preguntó Yahveh: “¿De qué modo?”
21 Respondió: “Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos
sus profetas.” Y Yahveh dijo: “Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así”
22 Ahora, pues, Yahveh ha puesto un espíritu de mentira en la boca de
todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.»
23 Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a
Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí
el
espíritu de Yahveh para hablarte a ti?».
24 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas
escondiéndote de aposento en aposento.»
25 El rey de Israel dijo: «Prended a Miqueas y llevádselo a Amón,
gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey;
26 y les diréis: “Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y
racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.”»
27 Miqueas dijo: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh
por mí.»
28 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de
Galaad.
29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en
combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel
se
disfrazó, y así entraron en la batalla.
30 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus
carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»
31 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro
que es el rey de Israel», y le rodearon para cargar sobre él. Pero
Josafat
gritó y Yahveh le socorrió, alejándolos Dios de él.
32 Viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se
apartaron de él.
33 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel
por entre las placas de la coraza; el rey dijo al auriga: «Da la
vuelta y
sácame de la batalla, porque me siento mal.»
34 Pero arreció aquel día la batalla, y el rey de Israel fue sostenido en
pie en su carro frente a los arameos hasta la tarde; y a la caída del sol
murió.
II Crónicas 19
1 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba en paz a su casa, a Jerusalén,
2 salióle al encuentro Jehú, hijo de Jananí el vidente, y le dijo al rey
Josafat: «¿Tú ayudas al malo y amas a los que aborrecen a Yahveh?
Por
esto ha caído sobre ti la cólera de Yahveh.
3 Sin embargo, han sido halladas en ti obras buenas, porque has
quitado de esta tierra los cipos, y has dispuesto tu corazón para
buscar a
Dios.»
4 Residía Josafat en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde
Berseba hasta la montaña de Efraím; y los convirtió a Yahveh, el Dios de
sus padres.
5 Estableció jueces en el país, en todas las ciudades fortificadas de
Judá, de ciudad en ciudad;
6 y dijo a los jueces: «Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en
nombre de los hombres, sino en nombre de Yahveh, que está con vosotros
cuando administráis justicia.
7 ¡Que esté sobre vosotros el temor de Yahveh! Atended bien a lo que
hacéis, porque en Yahveh nuestro Dios no hay iniquidad ni acepción
de
personas ni soborno.»
8 También en Jerusalén estableció Josafat levitas, sacerdotes y
cabezas de familia de Israel, para la administración de la justicia de Yahveh
y para los litigios. Estos habitaban en Jerusalén.
9 Les dio esta orden: «Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con
fidelidad y con corazón perfecto.
10 En todo pleito que venga a vosotros de parte de vuestros hermanos
que habitan en sus ciudades, sean causas de sangre o cuestiones de la Ley,
de los mandamientos, decretos y sentencias, habéis de esclarecerlos, a
fin
de que no se hagan culpables para con Yahveh y se encienda su ira contra
vosotros y contra vuestros hermanos. Obrando así, no os haréis culpables.
11 «Amarías, como sacerdote, será vuestro jefe en todos las asuntos de
Yahveh; y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, en
todos los
asuntos del rey. Los levitas os servirán de escribas. ¡Esforzaos, y manos a la
obra! Y Yahveh sea con el bueno.»
II Crónicas 20
1 Después de esto, los moabitas y ammonitas, y con ellos algunos
maonitas, marcharon contra Josafat para atacarle.
2 Vinieron mensajeros que avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra
ti una gran muchedumbre de gentes de allende el mar, de Edom, que están
ya en Jasasón Tamar, o sea, Engadí.»
3 Tuvo miedo y se dispuso a buscar a Yahveh promulgando un ayuno
para todo Judá.
4 Congregóse Judá para implorar a Yahveh, y también de todas las
ciudades de Judá vino gente a suplicar a Yahveh.
5 Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y
de Jerusalén, en la Casa de Yahveh, delante del atrio nuevo,
6 dijo: «Yahveh, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en el cielo,
y no dominas tú en todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano el
poder y la fortaleza, sin que nadie pueda resistirte?
7 ¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes
de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la
posteridad de tu
amigo Abraham para siempre?
8 Ellos la han habitado, y han edificado un santuario a tu Nombre,
diciendo:
9 “Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre,
nos presentaremos delante de esta Casa, y delante de ti, porque tu Nombre
reside en esta Casa; clamaremos a tí en nuestra angustia, y tú oirás y nos
salvarás.”
10 «Pero ahora, mira que los ammonitas y moabitas y los del monte
Seír, a donde no dejaste entrar a Israel cuando salía de la tierra de Egipto,
por lo cual Israel se apartó de ellos sin destruirlos,
11 ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has
legado.
12 Oh Dios nuestro, ¿no harás tú justicia con ellos? Pues nosotros no
tenemos fuerza contra esta gran multitud que viene contra nosotros y
no
sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos se vuelven hacia ti.»
13 Todo Judá estaba en pie ante Yahveh con sus niños, sus mujeres y
sus hijos.
14 Vino el espíritu de Yahveh sobre Yajaziel, hijo de Zacarías, hijo de
Benaías, hijo de Yeiel, hijo de Mattanías, levita, de los hijos de Asaf, que
estaba en medio de la asamblea,
15 y dijo: «¡Atended vosotros, Judá entero y habitantes de Jerusalén, y
tú, oh rey Josafat! Así os dice Yahveh: No temáis ni os asustéis
ante esa
gran muchedumbre; porque esta guerra no es vuestra, sino de Dios.
16 Bajad contra ellos mañana; mirad, ellos van a subir por la cuesta de
Sis. Los encontraréis en el valle de Sof, junto al desierto de Yeruel.
17 No tendréis que pelear en esta ocasión. Apostaos y quedaos
quietos, y veréis la salvación de Yahveh que vendrá sobre vosotros, oh Judá
y Jerusalén. ¡No temáis ni os asustéis! Salid mañana al encuentro de ellos,
pues Yahveh estará con vosotros.»
18 Josafat se inclinó rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de
Jerusalén se postraron ante Yahveh para adorar a Yahveh.
19 Y los levitas, de los hijos de los quehatitas y de la estirpe de los
coreítas, se levantaron para alabar con gran clamor a Yahveh, el
Dios de
Israel.
20 Al día siguiente se levantaron temprano y salieron al desierto de
Técoa. Mientras iban saliendo, Josafat, puesto en pie, dijo: «¡Oídme, Judá y
habitantes de Jerusalén! Tened confianza en Yahveh vuestro Dios y estaréis
seguros; tened confianza en sus profetas y triunfaréis.»
21 Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que,
vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los
guerreros,
cantasen en honor de Yahveh: «¡Alabad a Yahveh porque es eterno su
amor!»
22 Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las
alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y
los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados.
23 Porque se levantaron los ammonitas y moabitas contra los
moradores del monte Seír, para entregarlos al anatema y aniquilarlos,
y
cuando hubieron acabado con los moradores de Seír se
aplicaron a
destruirse mutuamente.
24 Judá había venido a la atalaya del desierto y se volvieron hacia la
multitud, pero no había más que cadáveres tendidos por tierra; pues
ninguno pudo escapar.
25 Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y hallaron mucho
ganado, riquezas y vestidos y objetos preciosos, y recogieron tanto que no
lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era
abundante.
26 Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraká, y allí bendijeron a
Yahveh; por eso se llama aquel lugar valle de Beraká hasta el día de hoy.
27 Después todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al
frente, regresaron con júbilo a Jerusalén, porque Yahveh les había colmado
de gozo a costa de sus enemigos.
28 Entraron en Jerusalén, en la Casa de Yahveh, con salterios, cítaras
y trompetas.
29 El terror de Dios cayó sobre todos los reinos de los países cuando
supieron que Yahveh había peleado contra los enemigos de Israel.
30 El reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio paz por todos
lados.
31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y
reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija
de
Siljí.
32 Siguió en todo el camino de su padre Asá, sin desviarse de él,
haciendo lo que era recto a los ojos de Yahveh.
33 Con todo no desaparecieron los altos, pues el pueblo aún no había
fijado su corazón en el Dios de sus padres.
34 El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están
escritos en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla inserta en el
libro
de los reyes de Israel.
35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de
Israel, que le impulsó a hacer el mal.
36 Se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis; y
fabricaron las naves en Esyón Guéber.
37 Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra
Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, Yahveh ha abierto
brecha en tus obras.» En efecto, las naves se destrozaron y no pudieron ir a
Tarsis.
II Crónicas 21
1 Se acostó Josafat con sus padres y fue sepultado con ellos en la
ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Joram.
2 Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran Azarías, Yejiel,
Zacarías, Azaryau, Miguel y Sefatías. Todos estos eran hijos de Josafat, rey
de Israel.
3 Su padre les había hecho grandes donaciones de plata, oro y objetos
preciosos, y ciudades fuertes en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque
era el primogénito.
4 Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se afianzó en
él pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de
Israel.
5 32 años tenía Joram cuando empezó a reinar, y reinó ocho años en
Jerusalén.
6 Anduvo por el camino de los reyes de Israel, como había hecho la
casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e
hizo el mal a los ojos de Yahveh.
7 Pero Yahveh no quiso destruir la casa de David, a causa de la
alianza que había hecho con David, porque le había prometido que le daría
siempre una lámpara a él y a sus hijos.
8 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá y se
proclamaron un rey.
9 Pasó Joram con sus jefes, y con todos sus carros. Se levantó por la
noche y batió a los de Edom que le tenían cercado, a él y a los jefes de los
carros.
10 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy.
Por ese mismo tiempo se rebeló Libná de bajo su mano, porque había
abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.
11 Construyó asimismo altos en los montes de Judá, incitó a la
prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a Judá.
12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía: «Así dice Yahveh,
el Dios de tu padre David: Porque no has seguido los caminos de tu padre
Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá,
13 sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has
prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo
las
prostituciones de la casa de Ajab, y también porque has dado muerte a tus
hermanos de la casa de tu padre que eran mejores que tú;
14 he aquí que Yahveh castigará con terrible azote a tu pueblo, tus
hijos, tus mujeres y toda tu hacienda;
15 tú mismo padecerás grandes enfermedades y una dolencia de
entrañas tal, que día tras día se te saldrán fuera a causa de la enfermedad.»
16 Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los
árabes, vecinos de los etíopes,
17 que subieron contra Judá y lo invadieron llevándose todas las
riquezas que hallaron en la casa del rey, y también a sus hijos y
a sus
mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor.
18 Después de todo esto le hirió Yahveh con una enfermedad
incurable de vientre.
19 Y al cabo de cierto tiempo, al fin del año segundo, se le salieron las
entrañas a causa de su enfermedad, y murió en medio de terribles dolores.
El pueblo no le encendió fuego, como lo había encendido por su padre.
20 Tenía 32 años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho
años. Se fue sin que nadie le llorara; y le sepultaron en la ciudad de David,
pero no en los sepulcros de los reyes.
II Crónicas 22
1 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo
menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido
el
campamento había dado muerte a todos los mayores, de suerte que llegó a
ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.
2 Tenía Ocozías cuarenta y dos años cuando empezó a reinar, y reinó
un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omrí.
3 También él siguió los caminos de la casa de Ajab, pues su madre le
instigaba a hacer el mal.
4 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como los de la casa de Ajab,
porque después de la muerte de su padre fueron ellos sus consejeros para su
perdición.
5 También por consejo de ellos fue con Joram, hijo de Ajab, rey de
Israel, para combatir a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad; los
arameos hirieron a Joram,
6 que se retiró a Yizreel, para curarse de las heridas que había recibido
en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Aram. Ocozías, hijo de Joram,
rey de Judá, bajó a Yizreel para visitar a Joram, hijo de Ajab, que se hallaba
enfermo;
7 esta visita a Joram vino de Dios para ruina de Ocozías; pues llegado
allí, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien Yahveh
había
ungido para exterminar la casa de Ajab.
8 Mientras Jehú hacía justicia de la casa de Ajab, se encontró con los
jefes de Judá y con los hijos de los hermanos de Ocozías que se hallaban al
servicio de Ocozías, y los mató.
9 Buscó luego a Ocozías, al que prendieron en Samaría, donde se
había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron
sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yahveh con todo
su corazón.» No quedó de la casa de Ocozías nadie que fuese capaz
de
reinar.
10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se
levantó y exterminó a toda la estirpe real de la casa de Judá.
11 Pero Yehosebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó
de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y lo puso a él y a su
nodriza en el dormitorio. Yehosebá, hija del rey Joram, mujer del sacerdote
Yehoyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de la vista de Atalía, que
no
pudo matarle.
12 Seis años estuvo escondido con ellos en la Casa de Dios, mientras
Atalía reinaba en el país.
II Crónicas 23
1 El año séptimo, Yehoyadá cobró ánimo y envió a buscar a los jefes
de cien, a Azarías, hijo de Yerojam; a Ismael, hijo de Yehojanán; a Azarías,
hijo de Obed; a Maaseías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de
Zikrí;
concertando un pacto con ellos,
2 recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades
de
Judá, y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén.
3 Toda la asamblea hizo alianza con el rey en la Casa de Dios;
Yehoyadá les dijo: «Aquí tenéis al hijo del rey que ha de reinar, como dijo
Yahveh de los hijos de David.
4 Esto es lo que tenéis que hacer: Un tercio de vosotros, así sacerdotes
como levitas, los que entráis el sábado, se quedarán de porteros en
las
entradas;
5 otro tercio, en la casa del rey; y otro tercio, en la casa del
Fundamento; mientras que todo el pueblo estará en los atrios de la Casa de
Yahveh.
6 Nadie podrá entrar en la Casa de Yahveh fuera de los sacerdotes y
los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados,
pero todo el pueblo tiene que guardar el precepto de Yahveh.
7 Los levitas se pondrán en torno al rey, cada uno con sus armas en la
mano, y cualquiera que penetre en la Casa, morirá. Sólo ellos acompañarán
al rey cuando entre y cuando salga.»
8 Los levitas y todo Judá hicieron cuanto les había mandado el
sacerdote Yehoyadá. Tomó cada uno a sus hombres, tanto los que entraban
el sábado como los que salían el sábado; pues el sacerdote Yehoyadá
no
exceptuó a ninguna de las secciones.
9 El sacerdote Yehoyadá entregó a los jefes de cien las lanzas y los
escudos, grandes y pequeños, del rey David, que se hallaban en la Casa de
Dios,
10 y apostó a todo el pueblo, cada uno con sus armas en la mano,
desde el ala oriental de la Casa hasta el ala occidental, entre el
altar y la
Casa, para que rodeasen al rey.
11 Hicieron salir entonces al hijo del rey y le pusieron la diadema y el
Testimonio. Le proclamaron rey; Yehoyadá y sus hijos le ungieron y
gritaron: «¡Viva el rey!».
12 Al oír Atalía los gritos del pueblo que corría y aclamaba al
rey,
vino a la Casa de Yahveh, donde estaba el pueblo,
13 miró, y vio al rey en pie junto a la columna, a la entrada, y a los
jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo de la tierra,
lleno de
alegría, que tocaba las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de
música, dirigían los cánticos de alabanza. Entonces Atalía
rasgó sus
vestidos y gritó: «¡Traición, traición!»
14 Pero el sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de cien, que
estaban al frente de las tropas, y les dijo: «Hacedla salir de las filas, y el
que
la siga que sea pasado a espada.» Porque había dicho el sacerdote: «No la
matéis en la Casa de Yahveh.»
15 Así pues, ellos echaron mano de ella, y cuando llegó a la casa del
rey por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.
16 Entonces Yehoyadá pactó alianza con todo el pueblo y el rey de
que el pueblo sería pueblo de Yahveh.
17 Fue después todo el pueblo a la casa de Baal y la derribaron;
rompieron sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de
Baal, ante los altares.
18 Yehoyadá puso centinelas en la Casa de Yahveh, a los órdenes de
los sacerdotes y levitas que David había distribuido en la Casa de Yahveh,
conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los holocaustos con
alegría y cánticos, según las disposiciones de David.
19 Puso porteros junto a las puertas de la Casa de Yahveh para que no
entrase ninguno que por cualquier causa fuese inmundo.
20 Después tomó a los jefes de cien, a los notables, a los dirigentes del
pueblo y al pueblo entero de la tierra; y haciendo descender al rey
de la
Casa de Yahveh, entraron por la puerta superior en la casa del rey
y le
sentaron en el trono del reino.
21 Todo el pueblo de la tierra estaba contento, y la ciudad quedó
tranquila; en cuanto a Atalía, la habían matado a espada.
II Crónicas 24
1 Siete años tenía Joás cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años
en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibía de Berseba.
2 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh durante toda la vida del
sacerdote Yehoyadá.
3 Este le casó con dos mujeres, y engendró hijos e hijas.
4 Después de esto resolvió Joás restaurar la Casa de Yahveh.
5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorred las
ciudades de Judá y juntad cada año plata en todo Israel para reparar la Casa
de vuestro Dios; y daos prisa en ello.» Pero los levitas no se dieron prisa.
6 Llamó entonces el rey a Yehoyadá, sumo sacerdote, y le dijo: «¿Por
qué no has tenido cuidado de que los levitas trajesen de Judá y de Jerusalén
la contribución que Moisés, siervo de Yahveh, y la asamblea de Israel
prescribieron para la Tienda del Testimonio?»
7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios,
llegando incluso a emplear para los Baales todas las cosas consagradas a la
Casa de Yahveh.
8 Mandó, pues, el rey que se hiciera un cofre, que fue colocado junto a
la puerta de la Casa de Yahveh, por la parte exterior;
9 y echaron bando en Judá y en Jerusalén de que trajesen a Yahveh la
contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en
el
desierto.
10 Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y
traían la
contribución y la echaban en el cofre hasta que se llenaba.
11 Cuando llevaban el cofre a los inspectores del rey, por medio de los
levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del
rey y el
inspector del sumo sacerdote para vaciar el cofre; luego, lo tomaban y lo
volvían a su lugar. Así lo hacían cada vez, y recogían dinero en abundancia.
12 El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del
servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y
carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a
los que
trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh.
13 Trabajaron, pues, los encargados de la obra, y con sus trabajos
adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su
primer estado y la consolidaron.
14 Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Yehoyadá el resto del
dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yahveh, utensilios para
el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Durante
toda la vida de Yehoyadá se ofrecieron siempre holocaustos en la Casa de
Yahveh.
15 Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía 130 años
cuando murió.
16 Le sepultaron en la Ciudad de David, con los reyes, porque había
hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa.
17 Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a
postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído.
18 Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron
a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de
esta culpa suya.
19 Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para
que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído.
20 Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote
Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios:
¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues
por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros.»
21 Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey
le
apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh.
22 Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido
Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al
morir: «¡Véalo Yahveh y exija cuentas!»
23 A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos,
que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los
jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco,
24 pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca
gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque
habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. De este modo los
arameos hicieron justicia con Joás.
25 Y cuando se alejaron de él, dejándole gravemente enfermo, se
conjuraron contra él sus servidores, por la sangre del hijo del
sacerdote
Yehoyadá, le mataron en su lecho y murió. Le sepultaron en la Ciudad de
David, pero no le sepultaron en los sepulcros de los reyes.
26 Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simat la
ammonita, y Yehozabad, hijo de Simrit la moabita.
27 Lo tocante a sus hijos, la gran cantidad de impuestos que percibió y
la restauración de la Casa de Dios, se halla escrito en el midrás del libro de
los reyes. En su lugar reinó su hijo Amasías.
II Crónicas 25
1 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yehoaddán,
de
Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, aunque no de todo corazón.
3 Cuando se afianzó en su reinado, dio muerte a los servidores que
habían matado al rey su padre.
4 Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la
Ley, en el libro de Moisés, donde Yahveh tenía prescrito: «No han de morir
los padres por los hijos ni los hijos han de morir por los padres, sino que
cada uno morirá por su propio pecado.»
5 Amasías congregó a Judá y estableció por todo Judá y Benjamín,
según las casas paternas, jefes de millar y jefes de cien; hizo el censo de
ellos, desde los veinte años para arriba, y halló 300.000 hombres escogidos,
aptos para la guerra y el manejo de lanza y pavés.
6 Tomó también a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, a
100.000 hombres valientes.
7 Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no
salga contigo el ejército de Israel, porque Yahveh no está con Israel, ni con
ninguno de los efraimitas.
8 Si vienen contigo, tú te portarás esforzadamente en la batalla, pero
Dios te hará caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y
para derribar.»
9 Respondió Amasías al hombre de Dios: «¿Y qué hacer con los cien
talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de
Dios:
«Tiene Yahveh poder para darte mucho más que eso.»
10 Y Amasías apartó los destacamentos que le habían venido de
Efraím, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra
Judá y se volvieron a sus casas ardiendo en cólera.
11 Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó
al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes.
12 Los hijos de Judá apresaron vivos a otros 10.000 y, llevándolos a la
cumbre de la peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos
reventados.
13 Entretanto, la tropa que Amasías había hecho volver, para que no
fuesen con él a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Judá, desde
Samaría hasta Bet Jorón, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogió
mucho botín.
14 Después de regresar Amasías de su victoria sobre los edomitas,
introdujo los dioses de los seiríes; eligió los dioses de ellos, postróse ante
ellos y les quemó incienso.
15 Se encendió la ira de Yahveh contra Amasías y le envió un profeta,
que le dijo: «¿Por qué has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han
podido librar de tu mano a su propia gente?»
16 Mientras él le hablaba, Amasías le interrumpió: «¿Acaso te hemos
hecho consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?» El
profeta
concluyó diciendo: «Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque
hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo.»
17 Amasías, rey de Judá, después de haber deliberado, envió
mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle:
«¡Sube y nos veremos las caras!»
18 Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El
cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija
para
mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon
el cardo.
19 Tú te dices: “He derrotado a Edom.” Por eso te lleva tu corazón a
jactarte. Sé glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a
una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»
20 Pero Amasías no le escuchó, pues era disposición de Dios
entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de
Edom.
21 Subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron, él y Amasías, rey
de
Judá, en Bet Semes de Judá.
22 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.
23 Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás,
hijo de Ocozías, en Bet Semes y le llevó a Jerusalén; y abrió una brecha de
cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de
Efraím
hasta la puerta del Angulo.
24 Tomó todo el oro y la plata y todos los objetos que se hallaban al
cuidado de Obededom en la Casa de Dios, y los tesoros de la casa del rey,
así como también rehenes, y se volvió a Samaría.
25 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sirvió quince años después de la
muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
26 El resto de los hechos de Amasías, los primeros y los postreros,
¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel?
27 Después que Amasías se apartó de Yahveh, se conjuraron contra él
en Jerusalén, por lo que huyó a Lakís; pero enviaron gente
en su
persecución hasta Lakís y allí lo mataron.
28 Trajéronle a caballo y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de
David.
II Crónicas 26
1 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le
proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.
2 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo
acostado con sus padres.
3 Dieciséis años tenía Ozías cuando empezó a reinar, y reinó 52 años
en Jerusalén. Su madre se llamaba Yekoliá, de Jerusalén.
4 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había
hecho su padre Amasías.
5 Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que le instruyó en el temor
de Dios; y mientras buscó a Yahveh, Dios le dio prosperidad.
6 Salió a campaña contra los filisteos y abrió brecha en el muro de
Gat, en el muro de Yabné y en el muro de Asdod; restauró las ciudades en
la región de Asdod y entre los filisteos.
7 Dios le ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en
Gur Báal y contra los meunitas.
8 Los ammonitas pagaron tributo a Ozías, y su fama llegó hasta la
frontera de Egipto, porque se había hecho sumamente poderoso.
9 Ozías construyó torres en Jerusalén sobre la puerta del Angulo,
sobre la puerta del Valle y en el Angulo, y las fortificó.
10 Construyó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas,
pues poseía numerosos ganados en la Tierra Baja y en la llanura, así como
labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque le
gustaba la agricultura.
11 Ozías tenía un ejército que hacía la guerra; salía a campaña por
grupos, conforme al número de su censo hecho bajo la vigilancia de Yeiel
el escriba, y Maaseías el notario, a las órdenes de Jananías, uno de los jefes
del rey.
12 El número total de los jefes de familia era de 2.600 hombres
esforzados.
13 A sus órdenes había un ejército de campaña de 307.500 hombres,
que hacían la guerra con gran valor, para ayudar al rey contra el enemigo.
14 Ozías proporcionó a todo aquel ejército en cada una de sus
campañas escudos y lanzas, yelmos y corazas, arcos y hondas, para
tirar
piedras.
15 Hizo construir en Jerusalén ingenios inventados por expertos, para
colocarlos sobre las torres y los ángulos y para arrojar saetas y
grandes
piedras. Su fama se extendió lejos, porque fue prodigioso el modo
como
supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte.
16 Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta
acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahveh su Dios, entrando en
el
Templo de Yahveh para quemar incienso sobre el altar del incienso.
17 Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de
Yahveh, hombres valientes,
18 que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti,
Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón,
que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario
porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de
Yahveh Dios!»
19 Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer
incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó
la
lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yahveh, junto al
altar del incienso.
20 El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes volvieron hacía él
sus ojos, y vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí
a toda prisa; y él mismo se apresuró a salir, porque Yahveh le había herido.
21 El rey Ozías, quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en
una casa aislada, como leproso, porque había sido excluido de la Casa de
Yahveh; su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey y
administraba
justicia al pueblo de la tierra.
22 El resto de los hechos de Ozías, los primeros y los postreros, los
escribió el profeta Isaías, hijo de Amós.
23 Acostóse Ozías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el
campo de los sepulcros de los reyes, porque decían: «Es un leproso.» En su
lugar reinó su hijo Jotam.
II Crónicas 27
1 Tenía Jotam veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó
dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yerusá, hija de Sadoq.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hizo su
padre Ozías, salvo que no penetró en el Templo de Yahveh. El pueblo, sin
embargo, seguía corrompiéndose.
3 Construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh, e hizo muchas
obras en los muros de Ofel.
4 Edificó también ciudades en la montaña de Judá, y edificó castillos y
torres en las tierras de labor.
5 Hizo guerra contra el rey de los ammonitas, a los que venció. Los
ammonitas le dieron aquel año cien talentos de plata, 10.000 cargas de trigo
y 10.000 de cebada. Los ammonitas le trajeron lo mismo el año segundo y
el tercero.
6 Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de
Yahveh su Dios.
7 El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están
escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá.
8 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén.
9 Acostóse Jotam con sus padres, y le sepultaron en la Ciudad de
David. En su lugar reinó su hijo Ajaz.
II Crónicas 28
1 Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su
padre.
2 Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas
para los Baales.
3 Quemó incienso en el valle de Ben Hinnom e hizo pasar a sus hijos
por el fuego, según los ritos abominables de las gentes que Yahveh había
arrojado de delante de los israelitas.
4 Ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos, sobre los
collados y bajo todo árbol frondoso.
5 Yahveh su Dios le entregó en manos del rey de los arameos, que le
derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados
a
Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le causó
una gran derrota.
6 Pecaj, hijo de Remalías, mató en Judá en un solo día a 120.000,
todos ellos hombres valientes; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios
de sus padres.
7 Zikrí, uno de los valientes de Efraím, mató a Maasías, hijo del rey, a
Azricam, mayordomo de palacio, y a Elcaná, segundo después del rey.
8 Los israelitas se llevaron de entre sus hermanos 200.000 prisioneros:
mujeres, hijos e hijas. Se apoderaron también de un enorme botín, que se
llevaron a Samaría.
9 Había allí un profeta de Yahveh, llamado Oded, que salió al
encuentro del ejército que volvía a Samaría, y les dijo: «He aquí
que
Yahveh, el Dios de vuestros padres, irritado contra Judá, los ha entregado
en vuestras manos, mas vosotros los habéis matado con un furor que
ha
subido hasta el cielo.
10 Y ahora pensáis en someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como
siervos y siervas vuestros. ¿Es que vosotros mismos no sois culpables
contra Yahveh vuestro Dios?
11 Oídme, pues, y dejad volver a vuestros hermanos que habéis
tomado prisioneros, porque el furor de la ira de Yahveh viene sobre
vosotros.»
12 Entonces algunos hombres de los jefes de Efraím: Azarías, hijo de
Yehojanán; Berekías, hijo de Mesillemot; Ezequías, hijo de Sallum, y
Amasá, hijo de Jadlay, se levantaron contra los que venían de la guerra,
13 y les dijeron: «No metáis aquí a estos prisioneros. ¿Por qué,
además de la culpa contra Yahveh que ya tenemos contra nosotros, habláis
de aumentar todavía nuestros pecados y nuestro delito?; pues grande es
nuestro delito y el furor de la ira amenaza a Israel.»
14 Entonces la tropa dejó a los prisioneros y el botín delante de
los
jefes y de toda la asamblea.
15 Levantáronse entonces los hombres nominalmente designados,
reanimaron a los prisioneros y vistieron con el botín a todos los que estaban
desnudos, dándoles vestido y calzado. Les dieron de comer y de beber y los
ungieron; y transportaron en asnos a todos los débiles, los llevaron a Jericó,
ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego se volvieron a
Samaría.
16 En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asiria
para que le socorriesen.
17 Porque los de Edom habían venido otra vez y habían derrotado a
Judá, llevándose algunos prisioneros.
18 También los filisteos invadieron las ciudades de la Tierra Baja y
del Négueb de Judá, y tomaron Bet Semes, Ayyalón, Guederot, Sokó con
sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas,
y se
establecieron allí.
19 Porque Yahveh humillaba a Judá a causa de Ajaz, rey de Israel, que
permitía el desenfreno de Judá, y se había rebelado contra Yahveh.
20 Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asiria; y le puso sitio, pero no
le dominó.
21 Porque Ajaz despojó la Casa de Yahveh y la casa del rey y de los
jefes, para dárselo al rey de Asiria, pero de nada le sirvió.
22 Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su
rebeldía
contra Yahveh.
23 Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que le habían
derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram les
ayudan a
ellos; les ofreceré sacrificios, y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de
su ruina y de la de todo Israel.
24 Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios e hizo
añicos otros; cerró las puertas de la Casa de Yahveh y fabricó
altares en
todas las esquinas de Jerusalén.
25 Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar
incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahveh, el Dios
de sus
padres.
26 El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las
postreras, está escrito en el libro de los reyes de Judá e Israel.
27 Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la Ciudad,
en Jerusalén: pues no le colocaron en los sepulcros de los reyes de Israel.
En su lugar reinó su hijo Ezequías.
II Crónicas 29
1 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como David su
padre.
3 En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas de
la Casa de Yahveh y las reparó.
4 Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental,
5 y les dijo: «¡Escuchadme, levitas! Santificaos ahora y santificad la
Casa de Yahveh, el Dios de vuestros padres; y sacad fuera del santuario la
inmundicia.
6 Porque nuestros padres han sido infieles haciendo lo malo a los ojos
de Yahveh, nuestro Dios; le han abandonado, y apartando sus rostros de la
Morada de Yahveh, le han vuelto la espalda.
7 Hasta llegaron a cerrar las puertas del Vestíbulo, apagaron las
lámparas, y no quemaron incienso ni ofrecieron holocaustos en el santuario
al Dios de Israel.
8 Por eso la ira de Yahveh ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los
ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estáis viendo
con vuestros ojos.
9 Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y
mujeres se hallan en cautividad.
10 Pero ahora he decidido en mi corazón hacer alianza con Yahveh, el
Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira.
11 Hijos míos, no seáis ahora negligentes; porque Yahveh os ha
elegido a vosotros para que estéis en su presencia y le sirváis para ser sus
ministros y para quemarle incienso.»
12 Levantáronse entonces los levitas Májat, hijo de Amasay, y Joel,
hijo de Azarías, de los hijos de Quehat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo
de Yallelel, de los hijos de Merarí; Yoaj, hijo de Zimmá, y Eden, hijo de
Yoaj, de los hijos de los guersonitas;
13 Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Mattanías, de los
hijos de Asaf;
14 Yejiel y Simí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uzziel, de los
hijos de Yedutún.
15 Estos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a
purificar la Casa de Yahveh, conforme al mandato del rey, según las
palabras de Yahveh.
16 Los sacerdotes entraron en el interior de la Casa de Yahveh para
purificarla, y sacaron al atrio de la Casa de Yahveh todas las impurezas que
encontraron en el santuario de Yahveh. Los levitas, por su parte, las
amontonaron para llevarlas fuera, al torrente de Cedrón.
17 Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el
día octavo del mes llegaron al Vestíbulo de Yahveh; pasaron ocho días
consagrando la Casa de Yahveh y el día dieciséis del mes primero habían
acabado.
18 Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron:
«Hemos purificado toda la Casa de Yahveh, el altar del holocausto con
todos sus utensilios, y la mesa de las filas de pan con todos sus utensilios.
19 Hemos preparado y santificado todos los objetos que profanó el rey
Ajaz durante su reinado con su infidelidad, y están ante el altar de Yahveh.»
20 Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes
de la ciudad y subió a la Casa de Yahveh
21 Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete
machos cabríos para el sacrificio por el pecado en favor del reino,
del
santuario y de Judá; y mandó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que
ofreciesen holocaustos sobre el altar de Yahveh.
22 Inmolaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y
rociaron el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el
altar; degollaron igualmente los corderos y rociaron con la sangre el altar.
23 Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y
la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos;
24 los sacerdotes los inmolaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por
el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había
ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por
todo
Israel.
25 Luego estableció en la Casa de Yahveh a los levitas con címbalos,
salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del
rey, y de Natán, profeta; pues de mano de Yahveh había venido ese
mandamiento, por medio de sus profetas.
26 Cuando ocuparon su sitio los levitas con los instrumentos de
David, y los sacerdotes con las trompetas,
27 mandó Ezequías ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar
el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahveh, al son de las
trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de
Israel.
28 Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las
trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto.
29 Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las
rodillas y se postraron.
30 Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que
alabasen a Yahveh con las palabras de David y del vidente Asaf; y
ellos
cantaron alabanzas hasta la exaltación, e inclinándose, adoraron.
31 Después tomó Ezequías la palabra y dijo: «Ahora estáis
enteramente consagrados a Yahveh; acercaos y ofreced víctimas y
sacrificios de alabanza en la Casa de Yahveh.» Y la asamblea trajo
sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también
holocaustos.
32 El número de los holocaustos ofrecidos por la asamblea fue de
setenta bueyes; cien carneros y doscientos corderos; todos
ellos en
holocausto a Yahveh.
33 Se consagraron también seiscientos bueyes y 3.000 ovejas.
34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar
todos estos holocaustos, les ayudaron sus hermanos los levitas, hasta que
terminaron la labor, y los sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban
más dispuestos que los sacerdotes para santificarse.
35 Hubo, además, muchos holocaustos de grasa de los sacrificios de
comunión y libaciones para el holocausto. Así quedó restablecido el culto
de la Casa de Yahveh.
36 Ezequías y el pueblo entero se regocijaron de que Dios hubiera
dispuesto al pueblo; pues todo se hizo rápidamente.
II Crónicas 30
1 Ezequías envió mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también
cartas a Efraím y Manasés, para que viniesen a la Casa de Yahveh,
en
Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yahveh, el Dios de Israel.
2 Pues el rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén
habían
determinado celebrar la Pascua en el mes segundo,
3 ya que no fue posible celebrarla a su debido tiempo, porque los
sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se
había reunido en Jerusalén.
4 Pareció bien esto a los ojos del rey y de toda la asamblea.
5 Y decidieron enviar aviso a todo Israel, desde Berseba hasta Dan,
para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en que eran muchos los
que no la habían celebrado según lo escrito.
6 Los correos, con las cartas del rey y de sus jefes, recorrieron todo
Israel y Judá, como el rey lo había mandado y decían: «Hijos de
Israel,
volveos a Yahveh, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá
al resto que ha quedado de vosotros, los que han escapado de la mano de los
reyes de Asiria.
7 No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron
infieles a Yahveh, el Dios de sus padres; por lo cual él los
entregó a la
desolación, como estáis viendo.
8 Ahora, no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres; dad la
mano a Yahveh, venid a su santuario, que él ha santificado para siempre;
servid a Yahveh, vuestro Dios, y se apartará de vosotros el furor de su ira.
9 Porque si os volvéis a Yahveh, vuestros hermanos y vuestros hijos
hallarán misericordia ante aquellos que los llevaron cautivos, y volverán a
esta tierra, pues Yahveh vuestro Dios es clemente y misericordioso, y
no
apartará de vosotros su rostro, si vosotros os convertís a él.»
10 Los correos pasaron de ciudad en ciudad por el país de Efraím y de
Manasés, llegaron hasta Zabulón; pero se reían y se burlaban de ellos.
11 Sin embargo, hubo hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón que
se humillaron y vinieron a Jerusalén.
12 También en Judá se dejó sentir la mano de Dios, que les dio
corazón unánime para cumplir el mandamiento del rey y de los jefes, según
la palabra de Yahveh.
13 Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los
Ázimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande.
14 Y se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén;
quitaron también todos los altares de incienso y los arrojaron al
torrente
Cedrón.
15 Inmolaron la Pascua el día catorce del mes segundo. También los
sacerdotes y los levitas, llenos de confusión, se santificaron y
trajeron
holocaustos a la Casa de Yahveh.
16 Ocuparon sus puestos según su reglamento, conforme a la Ley de
Moisés, hombre de Dios; y los sacerdotes rociaban con la sangre que
recibían de mano de los levitas.
17 Y como muchos de la asamblea no se habían santificado, los levitas
fueron encargados de inmolar los corderos pascuales para todos los que no
se hallaban puros, a fin de santificarlos para Yahveh.
18 Pues una gran parte del pueblo, muchos de Efraím, de Manasés, de
Isacar y de Zabulón, no se habían purificado, y con todo comieron la Pascua
sin observar lo escrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: «¡Que
Yahveh, que es bueno, perdone a todos aquellos
19 cuyo corazón está dispuesto a buscar al Dios Yahveh, el Dios de
sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas sagradas!»
20 Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo.
21 Los israelitas que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los
Ázimos por siete días con gran alegría; mientras los levitas y los sacerdotes
alababan a Yahveh todos los días con todas sus fuerzas.
22 Ezequías habló al corazón de todos los levitas que tenían perfecto
conocimiento de Yahveh. Comieron durante los siete días las víctimas de la
solemnidad, sacrificando sacrificios de comunión y alabando a Yahveh, el
Dios de sus padres.
23 Toda la asamblea resolvió celebrar la solemnidad por otros siete
días, y la celebraron con júbilo siete días más.
24 Porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para toda la
asamblea mil novillos y 7.000 ovejas. Los jefes, por su parte, habían
reservado para la asamblea mil novillos y 10.000 ovejas, pues ya se habían
santificado muchos sacerdotes.
25 Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas y también
toda la asamblea que había venido de Israel y los forasteros venidos de la
tierra de Israel, lo mismo que los que habitaban en Judá, se
llenaron de
alegría.
26 Hubo gran gozo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón,
hijo de David, rey de Israel, no se había hecho cosa semejante en Jerusalén.
27 Después se levantaron los sacerdotes y los levitas, y bendijeron al
pueblo; y fue oída su voz, y su oración penetró en el cielo, su santa morada.
II Crónicas 31
1 Terminado todo esto, salieron todos los israelitas que se hallaban
presentes a recorrer las ciudades de Judá; y rompieron las estelas, abatieron
los cipos y derribaron los altos y los altares en todo Judá y
Benjamín, y
también en Efraím y Manasés, hasta acabar con ellos. Después volvieron
todos los hijos de Israel, cada cual a su propiedad, a sus ciudades.
2 Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas,
cada uno en su sección, según su servicio, ya fuera sacerdote, ya levita, ya
se tratara de holocaustos y sacrificios de comunión, ya de servicio litúrgico,
acción de gracias o himnos, en las puertas del campamento de Yahveh.
3 Destinó el rey una parte de su hacienda para los holocaustos,
holocaustos de la mañana y de la tarde y holocaustos de los sábados, de los
novilunios y de las solemnidades, según lo escrito en la Ley de Yahveh.
4 Mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregase la parte de
los sacerdotes y levitas a fin de que pudiesen perseverar en la Ley
de
Yahveh.
5 Cuando se divulgó esta disposición, los israelitas trajeron
en
abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite y de la
miel y de
todos los productos del campo; presentaron igualmente el diezmo de todo
en abundancia.
6 Los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá
trajeron también el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las
cosas sagradas consagradas a Yahveh, su Dios, y lo distribuyeron por
montones.
7 En el mes tercero comenzaron a apilar los montones y terminaron el
mes séptimo.
8 Vinieron Ezequías y los jefes a ver los montones y bendijeron a
Yahveh y a su pueblo Israel.
9 Cuando Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de
los montones,
10 respondió el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoq, y dijo:
«Desde que se comenzaron a traer las ofrendas reservadas a la Casa
de
Yahveh, hemos comido y nos hemos saciado, y aún sobra muchísimo,
porque Yahveh ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad es lo
que
sobra.»
11 Entonces mandó Ezequías que se preparasen salas en la Casa de
Yahveh. Las prepararon,
12 y metieron allí en lugar seguro las ofrendas reservadas, los diezmos
y las cosas consagradas. El levita Konanías fue nombrado intendente, y
Simí, hermano suyo, era el segundo.
13 Yejiel, Azazías, Najat, Asahel, Yerimot, Yozabad, Eliel, Jismakías,
Májat y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Konanías y de Simí, su
hermano, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Azarías, príncipe
de la
Casa de Dios.
14 El levita Qoré, hijo de Yimná, portero de la puerta oriental, estaba
encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, y de repartir la ofrenda
reservada a Yahveh y las cosas sacratísimas.
15 En las ciudades sacerdotales estaban permanentemente bajo sus
órdenes Eden, Minyamín, Yesúa, Semaías, Amarías y Sekanías, para
repartir a sus hermanos, así grandes como chicos, según sus clases,
16 dejando aparte a los hombres de treinta años para arriba, inscritos
en las genealogías, a todos los que entraban en la Casa de Yahveh, según la
tarea de cada día, para cumplir los servicios de su ministerio, conforme a
sus clases.
17 Los sacerdotes estaban inscritos en las genealogías, conforme a sus
casas paternas, igual que los levitas, desde los veinte años en
adelante,
según sus obligaciones y sus clases.
18 Estaban también inscritos en las genealogías todos sus niños, sus
mujeres, sus hijos y sus hijas, de toda la asamblea, porque se santificaban
fielmente por medio de las cosas sagradas.
19 Para los sacerdotes, hijos de Aarón, que vivían en el campo, en los
ejidos de sus ciudades, había en cada ciudad hombres
designados
nominalmente, para dar las porciones a todos los varones de los sacerdotes,
y a todos los levitas inscritos en las genealogías.
20 Esto hizo Ezequías en todo Judá haciendo lo bueno y recto y
verdadero ante Yahveh su Dios.
21 Todas las obras que emprendió en servicio de la Casa de Dios, la
Ley y los mandamientos, las hizo buscando a su Dios con todo su corazón y
tuvo éxito.
II Crónicas 32
1 Después de todas estas pruebas de fidelidad, vino Senaquerib, rey de
Asiria, invadió Judá, puso sitio a las ciudades fortificadas y mandó forzar
las murallas.
2 Cuando vio Ezequías que Senaquerib venía con intención de atacar a
Jerusalén,
3 tomó consejo con sus jefes y sus valientes en orden a cegar las
fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.
4 Juntóse mucha gente, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que
corría por medio de la región, diciendo: «Cuando vengan los reyes de
Asiria, ¿por qué han de hallar tanta agua?»
5 Y cobrando ánimo, reparó toda la muralla que estaba derribada,
alzando torres sobre la misma, levantó otro muralla exterior,
fortificó el
Milló en la Ciudad de David, y fabricó una gran cantidad de armas
arrojadizas y escudos.
6 Puso jefes de combate sobre el pueblo, los reunió a su lado en
la
plaza de la puerta de la ciudad, y hablándoles al corazón, dijo:
7 «Sed fuertes y tened ánimo; no temáis, ni desmayéis ante el rey de
Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque es más el que
está con nosotros que el que está con él.
8 Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh
nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros combates.» Y el
pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando
Lakís, con todas sus fuerzas, envió sus siervos a Jerusalén, a Ezequías, rey
de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén para decirles:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué ponéis vuestra
confianza, para que permanezcáis cercados en Jerusalén?
11 ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y
sed, cuando dice: “Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de
Asiria”?
12 ¿No es este el mismo Ezequías que ha quitado sus altos y sus
altares y ha dicho a Judá y Jerusalén: “Ante un solo altar os
postraréis y
sobre él habréis de quemar incienso”?
13 ¿Acaso no sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos
los pueblos de los países? ¿Por ventura los dioses de las naciones de estos
países han sido capaces de librar sus territorios de mi mano?
14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis
padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es
que
vuestro Dios podrá libraros de mi mano?
15 Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa
manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha
podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto
menos podrá vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!»
16 Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra
Ezequías su siervo.
17 Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel,
hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de
otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios
de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»
18 Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de
Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos,
y
poder conquistar la ciudad,
19 y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos
de la tierra, que son obra de manos de hombre.
20 En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós,
oraron y clamaron al cielo.
21 Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros
esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había
en el
campamento del rey de Asiria; el cual volvió a su tierra cubierta la cara de
vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los
hijos de sus
propias entrañas le hicieron caer a espada.
22 Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la
mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos sus enemigos, y
les dio paz por todos lados.
23 Muchos trajeron entonces ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y
presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual de allí en adelante adquirió gran
prestigio a los ojos de todas las naciones.
24 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo
oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa.
25 Pero Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se
ensoberbeció su corazón, por lo cual la Cólera vino sobre él, sobre Judá y
Jerusalén.
26 Mas después de haberse ensoberbecido en su corazón, se humilló
Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos
la ira de Yahveh en los días de Ezequías.
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió
tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de
objetos de valor.
28 Tuvo también almacenes para las rentas de trigo, de mosto y de
aceite; pesebres para toda clase de ganado y apriscos para los rebaños.
29 Se hizo con asnos y poseía ganado menor y mayor en abundancia,
pues Dios le había dado muchísima hacienda.
30 Este mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del
Guijón y las condujo, bajo tierra, a la parte occidental de la
Ciudad de
David. Ezequías triunfó en todas sus empresas;
31 cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para
investigar la señal maravillosa ocurrida en el país, Dios le abandonó
para
probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón.
32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras piadosas están
escritos en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los
reyes de Judá y de Israel.
33 Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de
los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes
de
Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su
hijo
Manasés.
II Crónicas 33
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años
en Jerusalén.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las
gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado,
alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los
cielos y les sirvió.
4 Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh
había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la
Casa de Yahveh,
6 e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben
Hinnom;
practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes
y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su
cólera.
7 Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios,
de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y
en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi
Nombre para siempre.
8 Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a vuestros
padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he
mandado,
según toda la Ley, los decretos y las normas ordenados por Moisés.»
9 Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que
hicieran mayores males que las gentes que Yahveh había exterminado
delante de los israelitas.
10 Habló Yahveh a Manasés y a su pueblo, pero no hicieron caso.
11 Entonces Yahveh hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del
rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, le ataron con cadenas
de bronce y le llevaron a Babilonia.
12 Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yahveh su Dios,
humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.
13 Oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a
Jerusalén, a su reino. Entonces supo Manasés que Yahveh es el Dios.
14 Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David
al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los
Peces, cercando el Ofel, y la elevó a gran altura. Puso también
jefes del
ejército en todas las plazas fuertes de Judá.
15 Quitó de la Casa de Yahveh los dioses extraños, el ídolo y todos
los altares que había erigido en el monte de la Casa de Yahveh y
en
Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad.
16 Reedificó el altar de Yahveh y ofreció sobre él sacrificios de
comunión y de alabanza, y mandó a Judá que sirviese a Yahveh, el Dios de
Israel.
17 Sin embargo, el pueblo ofrecía aún sacrificios en los altos, aunque
sólo a Yahveh su Dios.
18 El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras
de los videntes que le hablaron en nombre de Yahveh, Dios de
Israel, se
encuentran escritos en los Hechos de los reyes de Israel.
19 Su oración y cómo fue oído, todo su pecado, su infidelidad, los
sitios donde edificó altos y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse:
todo está escrito en los Hechos de Jozay.
20 Se acostó Manasés con sus padres, y le sepultaron en su casa. En su
lugar reinó su hijo Amón.
21 Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos
años en Jerusalén.
22 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como había hecho su padre
Manasés. Amón ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que
había
fabricado su padre Manasés.
23 Pero no se humilló delante de Yahveh, como se había humillado su
padre Manasés; al contrario, Amón cometió aún más pecados.
24 Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa.
25 Pero el pueblo de la tierra mató a todos los conjurados contra el rey
Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
II Crónicas 34
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en
Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, siguiendo los caminos de su
padre David; sin apartarse a derecha ni a izquierda.
3 El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar
al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y
Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los ídolos fundidos.
4 Derribaron en su presencia los altares de los Baales, hizo arrancar
los altares de aromas que había sobre ellos, y rompió los cipos, las
imágenes y los ídolos fundidos reduciéndolos a polvo, que esparció sobre
las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares y purificó a
Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en
Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban,
7 derribó los altares, demolió los cipos y las estatuas y las
redujo a
polvo, y abatió los altares de aromas en toda la tierra de Israel.
Después
regresó a Jerusalén.
8 El año dieciocho de su reinado, mandó a Safán, hijo de Asalías, a
Maasías, comandante de la ciudad, y a Yoaj, hijo de Yoajaz, heraldo, que
reparasen la Casa de Yahveh su Dios para purificar la tierra y la Casa.
9 Fueron ellos donde el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el
dinero traído a la Casa de Dios, que los levitas y porteros habían recibido de
Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y
de los habitantes de Jerusalén.
10 Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados
de la Casa de Yahveh, y éstos se lo dieron a los obreros para
reparar y
restaurar la Casa.
11 Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para
comprar piedras de cantería y madera y vigas de trabazón
para el
maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá.
12 Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo
la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías
y Mesul-lam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros
levitas;
todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos.
13 Dirigían también a los peones de carga y a todos los que trabajaban
en la obra, en los distintos servicios. Entre los levitas había
además,
escribas, notarios y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el
sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley de Yahveh dada por Moisés;
15 y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán:
«He
encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh»; y Jilquías entregó el
libro a Safán.
16 Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus
siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado.
17 Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han
entregado a los encargados y a los que trabajan en la obra.»
18 El secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha
entregado un libro.» Y Safán leyó una parte en presencia del rey.
19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos,
20 y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de
Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey:
21 «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá,
acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la
cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no
han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en
este libro.»
22 Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá,
mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del
vestuario;
vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo
indicado;
23 ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al
hombre que os ha enviado a mí:
24 Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus
habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante
del rey de Judá;
25 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros
dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se
ha
derramado sobre este lugar y no se apagará.
26 Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le
diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que
has
oído...
27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de
Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has
humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso
yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh.
28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu
sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre
este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de
Jerusalén.
30 Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y
los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el
pueblo
desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las
palabras del
libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh.
31 Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia
de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus
testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma,
cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro.
32 Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en
Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de
Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las
regiones de los israelitas, y obligó a todos los que se hallaban en Israel a
servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el
Dios de sus padres.
II Crónicas 35
1 Josías celebró una Pascua en honor de Yahveh en Jerusalén;
inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes.
2 Restableció a los sacerdotes en sus ministerios y los animó al
servicio de la Casa de Yahveh.
3 Dijo a los levitas que tenían inteligencia para todo Israel y estaban
consagrados a Yahveh: «Colocad el arca santa en la Casa que edificó
Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habréis de
llevarla a
hombros; servid ahora a Yahveh vuestro Dios y a Israel, su pueblo.
4 Estad preparados según vuestras casas paternas y vuestras clases,
conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por
su hijo
Salomón.
5 Ocupad vuestros sitios en el santuario según los grupos de casas
paternas a disposición de vuestros hermanos, los hijos del pueblo; los
levitas tendrán parte en la familia paterna.
6 E inmolad la Pascua, santificaos y preparadla para vuestros
hermanos, cumpliendo la orden de Yahveh, dada por medio de Moisés.
7 Josías reservó para la gente del pueblo ganado menor, así corderos
como cabritos, en número de 30.000, todos ellos como víctimas pascuales
para cuantos se hallaban presentes, y 3.000 bueyes. Todo ello de la
hacienda del rey.
8 También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo,
los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes
de la
Casa de Dios, dieron a los sacerdotes, como víctimas pascuales, 2.600
ovejas y trescientos bueyes.
9 Konanías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Yeiel y
Yozabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas 5.000
corderos
pascuales y quinientos bueyes.
10 Preparado así el servicio, ocuparon los sacerdotes sus puestos, lo
mismo que los levitas, según sus clases, conforme al mandato del rey.
11 Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes
rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas, los levitas las
desollaban
12 y apartaban lo destinado al holocausto para darlo a las secciones de
las casas paternas de los hijos del pueblo, a fin de que lo
ofreciesen a
Yahveh conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Lo mismo se hizo con
los bueyes.
13 Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas
sagradas en ollas, calderos y cazuelas, y las repartieron con presteza entre
todos los hijos del pueblo.
14 Después prepararon la Pascua para sí y para los sacerdotes; porque
los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en
ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí
y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su
puesto,
conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del
rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de
retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo preparaban
todo.
16 De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yahveh
para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yahveh,
según la orden del rey Josías.
17 Los israelitas que se hallaban allí celebraron en ese tiempo la
Pascua y la fiesta de los Ázimos durante siete días.
18 No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días de
Samuel, profeta; y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la
que
celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se
hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.
19 Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.
20 Después de todo lo que hizo para reparar el Templo, subió Nekó,
rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates; y
Josías le
salió al encuentro.
21 Nekó le envió mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver
contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la
cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de
oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.»
22 Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla,
sin escuchar las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó
para librar batalla en la llanura de Meguiddó.
23 Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos:
«Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido.»
24 Sus siervos le sacaron del carro, y pasándole a otro carro que tenía,
le llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus
padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.
25 Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y
cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha
hecho
costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones.
26 El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas conforme a lo
escrito en la Ley de Yahveh,
27 y sus obras primeras y postreras, están escritas en el libro de
los
reyes de Israel y de Judá.
II Crónicas 36
1 El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le proclamó
rey en Jerusalén, en lugar de su padre.
2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres
meses en Jerusalén.
3 El rey de Egipto le destituyó en Jerusalén, e impuso al país una
contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.
4 El rey de Egipto proclamó rey de Judá y Jerusalén a Eliaquim,
hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Yoyaquim. Y a
Joacaz, su hermano, le tomó Nekó y lo llevó a Egipto.
5 Yoyaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó
once años en Jerusalén. Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios.
6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y le ató con
cadenas de bronce para conducirle a Babilonia.
7 Nabucodonosor llevó también a Babilonia algunos objetos de la
Casa de Yahveh que depositó en su santuario, en Babilonia.
8 El resto de los hechos de Yoyaquim, las abominaciones que cometió
y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de los reyes de Israel y de
Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquín.
9 Joaquín tenía ocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses
y diez días en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yahveh.
10 A la vuelta de un año mandó el rey Nabucodonosor que le llevasen
a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de
Yahveh, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de
Joaquín.
11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once
años en Jerusalén.
12 Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios, y no se humilló ante el
profeta Jeremías que le hablaba por boca de Yahveh.
13 También él se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había
hecho jurar por Dios; endureció su cerviz y se obstinó en su corazón, en vez
de volverse a Yahveh, el Dios de Israel.
14 Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo
multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de
las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en
Jerusalén.
15 Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos
por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su
Morada.
16 Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus
palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de
Yahveh
contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
17 Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a
espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni a
doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano.
18 Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los
tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo
llevó a Babilonia.
19 Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén:
pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus
objetos
preciosos.
20 Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia,
donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino
de los persas;
21 para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías:
«Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la
desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»
22 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la
palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro,
rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
23 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me
ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una
Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo,
¡sea su Dios con él y suba!»